1. EPI |
2. MAGIC JOHNSON |
3. SASHA DJORDJEVIC |
4. ARVYDAS SABONIS |
5. SARUNAS MARCIULIONIS |
6. DRAZEN PETROVIC |
7. SARUNAS JASIKEVICIUS |
8. DEJAN BODIROGA |
9. ÓSCAR SCHMIDT |
10. NIKOS GALLIS |
11. TONY KUKOC |
12. RIMAS KURTINAITIS |
13. DANKO CVJETICANIN |
14. ISIAH THOMAS |
15. NACHO SOLOZÁBAL |
16. CHICHO SIBILIO |
17. MICHAEL JORDAN |
18. PEJA STOJAKOVIC |
19. VALERY TIKHONENKO |
20. VELIMIR PERASOVIC |
21. PETAR NAUMOSKI |
22. DINO RADJA |
23. ZARKO PASPALJ |
24. ANTONELLO RIVA |
25. ALEXANDER VOLKOV |
26. SERGEI BABKOV |
27. ZAKHAR PASHOUTIN |
28. IGOR KOUDELIN |
29. DETLEF SCHREMPF |
30. ANDRÉS JIMÉNEZ |
31. MANU GINOBILI |
32. ANDREI FETISOV |
33. VALDEMARAS HOMICIUS |
34. VLADE DIVAC |
35. JOSE A. MONTERO |
36. FERRÁN MARTÍNEZ |
37. JOSE Mª MARGALL |
38. ARIJAN KOMACEK |
39. BRIAN JACKSON |
40. AUDIE NORRIS |
41. JOSE LUIS LLORENTE |
42. WALTER BERRY |
43. JOE DUMARS |
44. JORDI VILLACAMPA |
45. JUANMA L. ITURRIAGA |
46. FERNANDO ROMAY |
47. PREDRAG DANILOVIC |
48. JOAN CREUS |
49. NACHO AZOFRA |
50. LARRY BIRD |
1. EPI (1959)
Estamos ante el jugador que más me ha emocionado, con el que más he sufrido, y al que más he admirado en toda mi vida. Juan Antonio San Epifanio, Epi II primero, y simplemente Epi después, fue durante muchos años el mejor jugador de la historia de nuestro país.
Desde aquella canasta frente a la URSS en las semifinales del Eurobasket de Nantes en 1983, Epi siempre fue para mí una prioridad. Yo tenía 6 años, y aunque recuerdo verle en Los Ángeles, no fue hasta el Mundobasket de 1986 cuando empiezan a venirme un torrente de recuerdos sobre su juego. En aquel entonces Epi era ya mi ídolo, y yo con 9 años convertí al baloncesto definitivamente en mi deporte favorito.
Todo lo que vino después es de sobra conocido. Sus éxitos con el Barcelona, sus decepciones con la selección, su momento de gloria con la antorcha olímpica, y su retirada en 1995, con 36 años y un cuerpo castigadísimo por no haber parado en prácticamente 20 años (salvo el Mundial de Argentina en 1990 por lesión).
Aún recuerdo cómo me ponía nervioso cada vez que lanzaba a canasta. Era una sensación irrepetible, Epi era mi desdoblamiento en la cancha, sus canastas eran las mías. Me sentía reflejado en él; un físico poco dotado para el deporte pero una fuerza de voluntad y una determinación inigualables. Un jugador que probablemente hoy día no pasaría ningún corte en categorías inferiores, y que ya en los 70 fue despreciado por algún entrenador.
Era a menudo incapaz de fabricarse sus propios tiros (aunque a veces lo hacía con mucho trabajo tras finta y bote), pero era un maestro en salir del bloqueo y lanzar, o esperar en la línea de triples en los contraataques. El «Episistema» era la estrategia elegida por el Barcelona y por la Selección cuando llegaban los últimos minutos y la bola quemaba. El que nunca se escondía era él, y todo el equipo jugaba para ayudar a que se produjeran sus lanzamientos.
Un escolta que no sabía apenas botar, un alero que no era capaz de postear, eso era Epi. Y pese a ello era el mejor, con esas fintas onerosas y su recurrente lanzamiento a tabla. No necesitaba anotar compulsivamente como Gallis, Petrovic o Schmidt, sólo tenía que hacerlo en los momentos justos. «Epi desespera», me confesaba un compañero de equipo aficionado al Real Madrid en cadetes. Era ya la última etapa de Epi, pero todavía memorable.
Su retorno a la selección en 1993 fue una de las mayores alegrías de aquel año. Yo tenía 16, y estaba en 2º de BUP. Mi pasión por Epi era tal que mis compañeros coreaban su nombre en las clases para animarme. Luego vinieron las grandes decepciones de Alemania y Toronto, pero siempre habrá que agradecerle a Lolo Sáinz que insistiera para regalarnos 2 años más con la Selección.
Lo conocí personalmente en 1999, ya retirado, y me acerqué a saludarlo al final de un partido en Murcia. Luego incluso pude entrevistarle para uno de mis proyectos; siempre accesible, siempre amable.
El mejor jugador de la década de los 80 para L’Equipe, y el mejor de siempre para mí. Recordad, cuando lancéis un tiro libre, clavad bien el pie derecho en el suelo, como si estuvierais aplastando algo; entonces seguro que encestaréis, porque tendréis a Epi de vuestro lado.
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